YOR-EL nunca pensó que el espacio profundo podría ser así de bello. Todas las imágenes láser, todas las fotos, todas las veces que había visto el cielo a través del telescopio cuando asistía a las clases de la Academia del Espacio en ARKTON, en nada se comparaban con el brillo resplandeciente y la diáfana luz que esas estrellas tenían mientras él guiaba con maestría su nave espacial.
Donde quiera que miraba, a través del amplio ventanal de la cabina de mando de la nave, las estrellas lejanas, los planetas pequeños, las brillantes ruedas de las galaxias y los supernova con su nube multicolor, centelleaban e iluminaban el manto negro del espacio como si fuesen las bombillas de un gigantesco adorno de final de año colgado en la inmensa puerta del universo, que se extendía para todos lados y no parecía tener fin.
Estaba tan embebido en el grandioso espectáculo que no se dio cuenta que del lado izquierdo venía un gran meteorito a una velocidad endiablada directo a impactarse con su nave…
Desde el primer momento en que YOR-EL había puesto sus manos en el centro de comando de la plancha de “Lathium”, la nave había reaccionado a su toque, durante los ensayos, como si ella lo hubiese conocido desde hacía años. Era una comunicación profunda entre metal, computadora, manos y cerebro; que no necesitaba más que el roce de las manos de YOR-EL para que la nave respondiera inmediatamente. Esto fue lo que realmente lo salvó de un impacto seguro con la roca volante…
YOR-EL, Entre los buenos, el mejor – 4.50 – 012