Dos momentos muy emotivos y poderosos marcan la vida de la mayoría de las personas. Una es la emocionante experiencia de mirar al bebé recién nacido, envuelto en una cálida manta, con una cara de inocencia, asombro y confianza total, y con la necesidad de amor ilimitado para sobrevivir.
La segunda experiencia, probablemente la más dramática, es estar presente en el momento de la muerte de alguien, ya sea un pariente, un amigo cercano, un colega de armas, incluso un completo extraño. Independientemente de quién sea esa persona, la expresión sin vida de su rostro, la frialdad de su piel, su inercia absoluta confirma que su energía vital ya no está presente animando el cuerpo.
Esta experiencia de la muerte como un estado definitivo y permanente ha estado presente en nuestra realidad humana desde que el hombre dio sus primeros pasos de bebé en nuestro planeta y se dio cuenta de que esta realidad estaba siempre presente cuando un ser querido, un hermano, la madre que no puede ser reemplazada por ninguna otra mujer, el padre ejemplar, o el pariente especial partió de este mundo dejando un vacío que difícilmente se puede llenar.
Exploremos los varios aspectos de esta experiencia innegable que todos los humanos debemos enfrentar, con la ayuda de la ciencia, la filosofía y la religión, para ver si podemos encontrar algunas respuestas tranquilizadoras e iluminadoras que nos sirvan para navegar por la vivencia de no poder anticipar de antemano lo que sucede después de hacer esta transición terrenal.
La garra de la muerte es inexorable, no importa qué tan bien nos cuidemos, cómo elijamos juiciosamente nuestra comida saludable, cuánto ejercicio hagamos para mantener las funciones del cuerpo en la máxima eficiencia, qué tan bien manejemos el estrés, cuán profundas sean nuestras creencias espirituales o cuán positivamente creamos pensamientos de bienestar, paz y felicidad.
Llega un momento en que la edad incapacitante nos quita las funciones más básicas de nuestros órganos; ocurre un accidente automovilístico imprevisto; una bala perdida te mata; un tsunami, un terremoto, un ciclón, un huracán o una inundación del río te quitan la vida inesperadamente.
Exploraremos varios aspectos de esta experiencia que todos los humanos debemos afrontar con la ayuda de la ciencia, la filosofía y la religión, para ver si podemos encontrar respuestas tranquilizadoras e iluminadoras que nos sirvan de guía para afrontar la experiencia innegable de no saber de antemano qué sucede después de hacer esta transición terrenal.